El Bueno, Malo y Feo

Mi primera entrada comenzará con el primero de mis pasteles, pero no por eso es el principio de esta historia. 

La vida me estaba pegando fuerte y necesitaba un escape, un lugar donde pudiera correr de mis pensamientos, y ese lugar lo encontré en el sexo. Fui virgen muchos años, y cuando era menor de edad amaba sentirme como una fruta prohibida para todos. Siempre intentaba coquetear con hombres mayores, que aunque no me gustaran físicamente, me daban placer sólo deseándome. 

Y cuándo me cansé de estar en ese constante juego que no culminaba, busqué a un hombre, cualquiera, por Internet. 

Nos conocimos en un mini concierto, en un bar, hablamos, nos reímos, nos besamos. Me pidió mi número y se lo di. Pasaron unos días y pronto llegaría mi cumpleaños, decidí que le entregaría mi primera vez, no porque fuera especial, ni porque él me gustara (porque no lo hacía), sino que sólo porque estaba a mi alcance, rápido, gratis, fácil.

Describiré físicamente a este personaje, ya que es importante decir que no me gustaba porque era feo, muy feo, su piel blancuchenta y fina casi lo hacía ver grisaseo, era muy alto, media más de uno noventa, pero su cuerpo no era del todo proporcional, además de eso, era un tipo sedentario, con grasa abdominal incluida. Su pelo era largo, negro, agrasado, parecía un maraña. Sus facciones no eran nada simétricas, tenía una sonrisa muy desagradable, una nariz larga y pronunciada, ojos levemente saltones, mentón alargado. 

Ese día habían familiares míos en la casa, pero eso no impidió que se quedara a dormir en la pieza contigua. Cuando fue al baño, fui con él y nos quedamos juntos en el living de la casa, eran las ocho de la mañana, mi familia seguía durmiendo. Nos besamos, él acarició mi cuerpo torpemente y torpemente me bajó el pantalón de pijama. Ni siquiera hizo el esfuerzo por hacer una previa decente, pero yo estaba excitada sólo por el hecho de haber fantasedo toda la noche con mi primera vez. Estaba muy húmeda, había manchado mi ropa interior y él lo notó en seguida, así que rápido se abrió el cierre del pantalón y sacó su miembro afuera. Yo estaba nerviosa y no fui capaz de mirarlo esa vez. Sólo miraba hacia el pasillo, viendo que nadie viniera y nos sorprendiera.

Él besaba mi cuello y me tocaba rápido, sus dedos no eran delicados. No tenía tacto, simplemente era torpe haciéndolo. Seguíamos de pie y él se agachó, encorvándose, movió su pene y lo intentó meter dentro de mí varias veces, pero fallaba, y cuando lo logró, me di cuenta de que no había entrado por mi vagina, sino que por mi ano, y aunque se podría llegar a pensar que fue a propósito, no lo fue. Él ni siquiera se percató. Sólo se movió de manera casi espasmodica y a los minutos su semen caía entre mis piernas. 

Cuando lo sentí fluir sentí quizás, una de las decepciones más grandes de mi vida. Esperaba más placer, o dolor, según lo que había leído. Esperaba sentir algo, pero no sentí nada, sólo un gusano entre mis piernas. Un gusano extraordinariamente corto.  Porque si el cuerpo del muchacho era desproporcionado, no se debía a que tuviera los brazos un poco más largos de lo que debía, y las manos pequeñas, sino que a su cortísimo miembro. Era casi inexistente, un punto blanco dibujado en el medio de su metro noventa. En fin, una pena. 

De todas formas fue un pastel que debe rememorarse, porque fue el primero y porque hacíamos cosas divertidas. Porque al quedar plenamente insatisfecha después de mi primera vez, busqué una segunda y una tercera y cuarta y quinta. En fin, estuve mucho tiempo esperando sentir placer, pensaba quizás soy yo, o quizás sea por hacerlo en su casa, donde vivía su abuela y su tío. No teníamos respeto por nada y hacíamos sonar la madera de su cama al tacto del mal sexo que teníamos. Y yo, aún no conforme, le pedía que me tirara como un perro al piso y seguíamos. Él quedaba feliz y cansado. Yo necesitaba más. Ni siquiera sus besos en mi clitoris me satisfacían. No lo hacía bien, y yo, por ser primeriza, nunca supe pedirle lo que quería. 

Y con esto, te recuerdo y te olvido, pastel bueno para hacerme saber lo que nunca más quiero en mi vida, malo para la cama y más encima feo. Te destierro de mi mente, ahora sólo serás un número más. 

Cómprame una lecheCómprame una leche

Comentarios

  1. Me he deleitado con esta interesante y curiosa narración. No esperaba encontrar poesía por estos tejados y heme aquí!, leyendo tu historia...

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